¡Mírala!, está sobre su mano firme como una roca, pero calmada como el rocío en la mañana. Su brillo carmesí hace resaltar los labios rojos de aquella mujer que en sus ojos azules, refleja tal objeto preciado para el placer y acusado de ser el culpable de las tentaciones. Su sabor es un paso al paraíso, pero que al llegar a su centro, su corazón se convierte en un agrio pesar para aquel que no soporte que los tiempos también acaben.
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