domingo, 22 de enero de 2012

La Señora De Los Tintos


Es una mujer que aparenta haber pasado el medio siglo de vida, su cabellera negra ya se encuentra despeinada y aún no ha llegado la mitad de la mañana, su tez es pálida con los rayos de sol que iluminan, también su bata blanca.

Esta mujer viste un pantalón de color rojo queriendo llamar la atención tal cual como un torero en una corrida mientras sus zapatos negros y de tacón bajo avisan que hoy será una jornada larga.

La señora de los tintos, como popularmente es conocida, carga una especie de carrito en el cual lleva más o menos 6 tarros térmicos de color blanco manchados por el líquido que contengan en su interior. Cada termo está especialmente caracterizado por un color en sus tapas para diferenciar su contenido, por ejemplo, la tapa de color verde es para “aromática” y la tapa de color rojo es para café con su leche.

La humilde dama recorre varias veces la misma manzana y espera con ansías a que alguien le compre algo de lo que preparó con tano esmero en la madrugada. , ya sea por puro placer o por simplemente colaborarle con las ventas del día.

Dado que la venta de los tintos no le alcanza para el sustento diario, ha decidido vender minutos y para que lo gente lo sepa, ha colgado un cartel, que parece más bien un  trapo rojo, con la frase “MINUTOS”.
Ya en sus ojos se ve la tristeza de no haber vendido lo presupuestado en este corto tiempo que la observo y decide irse a otro sitio a probar suerte con sus tintos mientras vende sus minutos al correr del tiempo.

El Coloso De La 53

A ritmo de arengas, tambores, cornetas y cánticos, se escucha el eco de aliento impulsando a un ejército de gladiadores que al mismo tiempo buscan el triunfo sobre su presa de cada día soleado, para que su pueblo pueda desenredar el nudo que hay en su garganta, en un grito de guerra llamado ¡¡¡GOL!!!

El coloso de la 53 ha sido reformado para el regocijo de sus visitantes, sin embargo no ha cambiado su nombre desde el primero bautizo. Nemesio Camacho, el hijo que toda Bogotá quiere con el corazón y que con cariño lo ha apodado El Campín.

Cuando el día se pinta de gris y los dioses quieren jugar con el clima, puede que la gente sienta miedo de asistir porque pude afectar su integridad, no obstante, hay guerreros que no abandonan sus colores y los defienden contra las inclemencias del tiempo.

Cuando el día ilumina los campos y se refleja lo verde de su primavera y el sol señala la hora de la muerte de Cristo, se escucha un estruendoso silbido que da inicio a una batalla entre dos tribus que se albergan en esta misma comarca.

El Campín ha sido el centro de los más grandes encuentros, ha visto a la gente llorar, celebrar y cantar así sea detrás de un micrófono o en las grades de sus tribunas al sonar de un palmar que combina con los ruidos de la calle, por el ejemplo, mientras el Transmilenio llega y frena en la estación del coliseo, el estadio se llena de gracia y estalla en Júbilo.