A ritmo de arengas, tambores, cornetas y cánticos, se escucha el eco de aliento impulsando a un ejército de gladiadores que al mismo tiempo buscan el triunfo sobre su presa de cada día soleado, para que su pueblo pueda desenredar el nudo que hay en su garganta, en un grito de guerra llamado ¡¡¡GOL!!!
El coloso de la 53 ha sido reformado para el regocijo de sus visitantes, sin embargo no ha cambiado su nombre desde el primero bautizo. Nemesio Camacho, el hijo que toda Bogotá quiere con el corazón y que con cariño lo ha apodado El Campín.
Cuando el día se pinta de gris y los dioses quieren jugar con el clima, puede que la gente sienta miedo de asistir porque pude afectar su integridad, no obstante, hay guerreros que no abandonan sus colores y los defienden contra las inclemencias del tiempo.
Cuando el día ilumina los campos y se refleja lo verde de su primavera y el sol señala la hora de la muerte de Cristo, se escucha un estruendoso silbido que da inicio a una batalla entre dos tribus que se albergan en esta misma comarca.
El Campín ha sido el centro de los más grandes encuentros, ha visto a la gente llorar, celebrar y cantar así sea detrás de un micrófono o en las grades de sus tribunas al sonar de un palmar que combina con los ruidos de la calle, por el ejemplo, mientras el Transmilenio llega y frena en la estación del coliseo, el estadio se llena de gracia y estalla en Júbilo.
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