Hoy llora la Luna porque no ha podido ver a su amor, el Sol. Cada vez que quiere encontrarse con él, se esconde, no por miedo o pena sino porque ha cumplido su función en Occidente y debe partir hacia Oriente.
La Luna sigue triste y sus lágrimas caen al pétalo de una rosa y a medida que van cayendo, una figura de belleza inimaginable se va formando. La Luna no se ha dado cuenta de eso, pero el Sol, sí se ha percatado y, sabiendo lo triste que ha estado la doncella de la noche, se dedica a cuidar este accidente natural.
El Sol ahora ilumina a ese pétalo y ya su forma deja entrever una silueta y con sus rayos de luz le ha otorgado una inmensa cabellera y una mirada deslumbrante. Así pasaron los días, mientras la Luna seguía empapando a ese pétalo, el Sol ayudaba a que se formara algo.
De repente ese pétalo cobró vida y comenzó a hablar a preguntarse quién era y en dónde estaba, era de noche y por eso la Luna no se dio cuenta, ella seguía en su lastimera posición, no obstante, el sol al otro día recogió la criatura y al dejó en casa de la Luna con un mensaje que decía: “Al pétalo en donde tu llorabas, con tus lágrimas, lo has convertido en una criatura de igual belleza y magnitud que la naturaleza y he decidido regalártela para que te acompañe en tus noches de tristeza, esa criatura se llama mujer”
Y de ahí se dice que la Luna siempre cobijará a la mujer cuando el pesar la agobie.