Son las 6 de la mañana, y el gallo está cantando a pulmón herido frente a un sol radiante de energía, sin embargo hasta que el despertador programado en el televisor de Marco Antonio Fernández no se activa, él no se levanta de su cama. Mientras el televisor cumple su función, Marco perecea, hasta que escucha una voz grave, pero al mismo tiempo, melodiosa, que logra despertarlo de su lecho para empezar un nuevo día, esa
voz es la de Vicky Dávila, directora de La Fm.
Marco tiene un paquete de cable en el cual puede programar radio en su televisor, aprovechando la señal digital que le permite disfrutar todas las mañanas de su emisora favorita.
Como rutina se despierta con La Fm, ya que es una emisora que lo provee de noticias y puede estar informado recién comienza su día laboral. No obstante tiene que “luchar” con sus hijos, ya que el mayor, sintoniza Tropicana, aprovechando el sonido que producen los timbales de las canciones que programan, más que todo las de reggaetón, para estar más activo durante la mañana, y por otro lado, combate también con sonidos que disfruta su hija en el computador de la casa, escuchando toda la música posible que contiene en el sistema, además de las emisoras “on line” que le permiten conectarse con la música que hay en el mundo.
Pasado el barullo de la mañana, Marco, se dispone a llevar a sus hijos a sus respectivas universidades. Ya montados en la camioneta hay una pelea por ubicar el dial de la emisora favorita de cada uno, mientras que la madre mira impaciente desde la puerta dando la bendición y diciendo adiós con su mano derecha.
Ya en el camino, se escucha placenteramente Los 40 Principales, emisora por la que siente afinidad el hijo mayor de Marco, ya que en el pasado, sus canciones de rap y reggaetón fueron programadas en El Desorden, sección de los fines de semana de los 40 principales, espacio principalmente destinado para que suenen canciones discotequeras.
Cuando cada quién ha llegado a su destino, Marco, decide escuchar nuevamente La Fm en su oficina, pero para sorpresa de él, están en tremenda parranda sus subalternos, escuchando Radio Uno, y cuanto vallenato y ranchera retumbe en esa estación, cosa que altera su buen genio, debido a que apenas son las 8:00 am y para él no es momento de armar guachafitas sino de ponerse a producir.
Siendo ya el mediodía, Marco se dirige al restaurante de la planta en la cual trabaja, y se encuentra con otro lío, hay obreros que quieren ver el noticiero por televisión, pero hay otros que solo quieren amenizar su almuerzo con música. Finalmente deciden prender el tv con la función de mute y poner Radio Tiempo, aprovechando que el tipo música que tienen es suave y permite ser acompañante en alguna reunión.
El sol ha dejado de ser tan radiante, el calor ha cesado, las máquinas se están apagando, y el reloj marca las 4 de la tarde pasadas, el minutero parece ansioso porque sean ya las 5:00 pm. Marco limpia su escritorio al ritmo de Rasputin, de Bony M, canción de los años 80 que le recuerdan sus épocas de gloria y triunfo en el baloncesto jugando para el equipo del Ministerio De Transporte. Y por supuesto el ritmo lo pone su emisora favorita. Marco guarda su cámara fotográfica, sus guantes y unos apuntes sobre lo que ha trabajado en el día. Confunde su celular con el metro pero luego se da cuenta de su error y llama a su mujer para avisarle que ya va camino a casa, luego llama a su hijo para preguntarle si ya ha llegado a la casa y de paso preguntarle por su hermana, a lo que rápidamente contesta que debe estar en casa del novio. Marco cuelga y se dispone a salir de la oficina, apaga el equipo de sonido, y chifla como si se fuera a acaba el mundo y es que ese chiflido es el llamado para que algunos obreros aprovechen y se vayan con él.
El tiempo pasa rápidamente cuando se trabaja y al mismo tiempo se divierte y es que el tictac de la camioneta en el camino de regreso a casa junto con los obreros marca un poco más de las 6 de la tarde. El retorno ha sido silencioso, por lo que Marco decide poner nuevamente su emisora predilecta, sintoniza el dial y para sorpresa de él, suena la novena sinfonía de Beethoven. Marco suspira y se deleita con el sonido que en estos momentos reproduce el equipo de su camioneta, pero uno de los obreros salta en grito a decirle que ponga algo que “todos conozcan” y Marco por diplomático y condescendiente opta por marcar el dial de Olímpica en la que increíblemente en esta época del año, en la cual, apenas se supera La Pasión De Cristo, ya suenan canciones decembrinas, que dejan ver que el consumismo quiere atacar en la brevedad de los días, pero a los obreros no les importa esto, sino la pachanga y aprovechando que es un día cercano al fin de semana, el popular “Juernes” deciden armar la fiesta dentro de la camioneta, Marco acaba cediendo.
El televisor se vuelve a prender, esta vez accionado a través del mando de control por la mujer de Marco quién espera pacientemente la llegada de su ser amado, ella no escucha nada, mientras espera, decide ver los titulares con los que abren los noticieros colombiano, nada fuera de lo usual, muertos, inundaciones, el clásico español y los arrebatos de sus respectivos entrenadores, y la farándula detrás de lo que hace Shakira mientras se celebran y entregan Los Premios Billboard. Pasada media hora, Marco Antonio llega cansado, le da un beso apasionado a Vicky, su amada, saluda a su hijo que se encuentra sentado frente al PC y le pregunta por su hermana, y vuelve a contestar que está donde el novio. Llega a su cuarto y literalmente se empelota, dejando que solo un calzoncillo verde oliva le tape la vergüenza e intimidad de sus partes, se echa en la cama como un perro cansado por su vejez y se dispone a ver lo que queda del noticiero.
Acabado el noticiero, llega su hija, a quién saluda muy cariñosamente, ella sale disparada hacia su cuarto después del saludo, se encierra a escuchar El Cartel De La Mega, Marco decide poner por última vez en el día La Fm, pero es tal el cansancio y la bulla que hace su hija con el otro programa, que decide dormir y en la mañana cuando el tv vuelva a despertarlo disfrutar y relajarse con su estación privilegiada por lo menos durante 5 minutos mientras sus hijos también se desatan del abrazo de Morfeo al día siguiente.
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