miércoles, 20 de junio de 2012

El Número Uno



Se han prendido las luces en el estadio. En la  tribuna, los hinchas animan la fiesta a ritmo de bombos y platillos. Todos están ansiosos esperando a que su estrella aparezca en el centro del campo.

Los fuegos artificiales han explotado haciendo alusión a los colores de la bandera y del equipo mientras en las gradas del coloso se corea el nombre del arquero, la máxima figura de la institución.

El cancerbero, afanado, sale corriendo escaleras arriba, muestra su imagen a la afición.

Alto como una torre, el color de sus ojos, verdes, como la esperanza que contrasta con el color azul profundo de su uniforme en procura de buscar la victoria. Sus manos actúan como un par de alas de ángel guardián del cielo para custodiar la cabaña de su banda.

El guardameta expectante y atento en el área al mismo tiempo que el director técnico le promete con su  mano en el corazón que lo dejará descansar sí logra mantener su arco en cero. El Presidente del club asienta con su cabeza y agrega que le subirá el sueldo siempre y cuando lleguen a la Gran Final.

El portero arrodillado, debajo de los tres palos, eleva sus plegarias al cielo en las que ruega por protección divina para su padre, quien se encuentra en una ciudad lejana y ha recibido amenazas por parte de un grupo al margen de la ley.

Su progenitor resguardado entre maquinaria pesada, intenta protegerse detrás de una volqueta mientras la guerrilla entra impaciente a buscarlo para secuestrarlo.

Ahora el padre está encerrado en un cuarto oscuro y su única compañía son un par de cadenas que lo mantienen atado a una esperanza vaga mientras su hijo, disfrazado de héroe legendario, bajo tres palos de madera, combate contra un equipo fácil para ganarle y en su mente hay una batalla por una decisión que puede salvar vidas.

Los delincuentes antes del partido llamaron al arquero para avisarle que su padre había sido secuestrado y que para que lo liberaran debería perder su invicto, vender su alma, sacrificar su invicto para que su papá recuperase la libertad.

El golero quién nunca en su vida había recibido un gol en una competencia oficial debate contra sus sentimientos y proyecciones dado que si accede a las propuestas de los bandidos pierde todo por lo que ha luchado en su vida y al contrario si no lo hace, el hombre que lo trajo al mundo posiblemente moriría.

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