Huele a condimentos y mariscos cocinados. Las
lágrimas, seguro, resbalarán como una caricia suave por las mejillas de quien
pase por este lugar como consecuencia del picado de la cebolla. Todo esto ocurre
en la cevichería La Langosta. Donde existe un personaje peculiar.
El tono caribeño, el cabello ondulado, la piel
morena, y los ojos oscuros evidencian que no es nacida en la frontera. Es hincha
del Unión Magdalena y recuerda a su natal Santa Marta mientras reparte los
ceviches y cazuelas a los clientes.
Eder Márquez Márquez, de 47 años, ha vivido 23
en Cúcuta. Su vida en la Perla del Norte se ha basado en vender camarones. Dueño
de dos locales de mariscos en el centro de la ciudad, ha sido víctima de robos
y atracos al establecimiento pero ha recuperado lo perdido.
Eder es primo lejano de Gabo. Su padre, Alfredo
Márquez vivió con el escritor de Cien Años de Soledad en Ciénaga, (Magdalena) y
su madre Carolina Márquez es de Aracataca, el pueblo en el que nació Gabriel
García Márquez.
No es un hijo bobo, como la gente cree, los padres
tienen el mismo apellido, pero no tienen la misma sangre. Son familia sólo por
el sacramento del matrimonio.
Mientras vivía en Santa Marta estudió hasta
cuarto año de bachillerato. Luego partió
hacía Riohacha a buscar nuevos horizontes. Aprendió el arte de la culinaria
marina al mismo tiempo que recorría los desiertos de la Región Caribe.
Fue militar del Batallón Cartagena, prestó el
servicio y le gustó tanto que se quedó 10 años en la Guajira en operaciones de
combate. Conoció al diablo y sus males, se refugió en la droga para aguantar la
dura vida que tiene un soldado.
Es fanático de la lectura, pero por atender el
negocio ha dejado a un lado los libros. La Biblia es el único texto que no
abandona. La lleva en su regazo desde que decidió cambiar el rumbo de su vida.
Ha estado sobrio 4 años, limpio de cualquier
sustancia alucinógena. Lo hace por sus hijos. Ahora, predica la palabra a su manera, y se queda con
el pensamiento que la Tierra es un mercado de caos “Si el mundo sigue vanidoso
acabará como Sodoma y Gomorra” Odia ese pecado capital y prefiere que Dios
“reinicie” el planeta, porque solo “Él conoce los corazones”.
Se consideró un hombre malo. Las sagradas
escrituras le han enseñado a ser mejor persona. Eligió hablar desde el corazón
y olvidar sus experiencias en la selva. Llevar una vida tranquila al lado de
las ostras y los langostinos.
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