Mi nombre ha sido misterioso, objeto de bromas y confusiones
como el de cualquiera. Mis papás tienen tres nombres, cada uno, yo tengo dos y
mi hermanita solo uno. Mis progenitores al principio discutieron sobre qué
nombre ponerme.
Mi señora madre tenía decidido hacerles un homenaje a sus
hermanos fallecidos, Carlos y Roberto, pero no supo cómo combinar los nombres.
No quiso llamarme Roberto Carlos porque no quería que yo saliera cantante y
futbolista.
Decidieron que mi papá me llamara en honor a mis abuelitos;
Luis, abuelo paterno y Roberto, abuelo materno. Mi mamá se quedaba con la
decisión del próximo hijo que sería una niña bautizada como Valeria por la
modelo argentina de apellido Mazza, estaba de moda en la época gracias a una
novela. Me salvé de que me pusiera Maximiliano.
Después de bautizado y una rapada que me dejó como el hijo de
Popeye. Quedé con el apodo de "Mono" tanto por mi familia paisa como
por el color de mi cabello. Nadie decía mi nombre, todos me llamaban por Mono
desde el celador del bloque hasta mi bisabuela.
Medellín quedó en el retrovisor y Cúcuta se veía en el
panorámico. El Mono creció y pasó al colegio. En primero de primaria, un niño
que tenía problema de aprendizaje para hablar y dificultad en la pronunciación
de la R quiso decirme Rolo, por mi procedencia capitalina, pero se le cruzaron
los cables y terminó por gritarme "Loro".
Hasta el final de mis días cargo con ese apodo. No me
disgusta, me encanta, se convirtió en mi nombre artístico para mis
presentaciones en tarima o en las canchas. La única vez que no me agradó fue cuando
combinaron dos animales y me empezaron a llamarme “loro-perro” por mi andar
rumbero.
Mi primer nombre no me gusta por culpa de una propaganda de Águila
en la que combinan las producciones de Doña Gallina con la de Bavaria. Un niño
va por un caldo y bate los brazos como si fuera un ave corral, Don Luis, el
dueño de la tienda, se equívoca al adivinar y le ofrece una cerveza. Pasó el
tiempo y ese nombre de reyes y artistas se polarizó como el común de los
tenderos así como Don Pedro es el panadero de la esquina.
Me presento como Roberto no es que no me guste decir mi
nombre completo, lo contrario, me encanta, pero no sé si es que hablo muy
rápido o a volumen bajo o es que la gente del oriente colombiano es sorda.
Cuando digo mucho gusto, y tal. La gente es descarada y me dice Rigoberto o
Luis Alberto. Hace poco casi no me dan una cita para una ecografía porque la
enfermera residente, pobrecita, la jornada la trasnochó y me tuvo que atender a
las 6 am, escribió en el informe José Roberto, casi se ponen a buscar al ex
presidente de Millonarios para darle mi consulta.
Cuando me llaman por mi nombre completo siento como si me
regañaran.
La confusión es en la universidad, pues mi familia y amigos
de toda la vida me dicen loro. La costumbre al apodo ha dejado a un lado la
falsa creencia que darle un mote a una persona es una ofensa, desde que se haga
con cariño y respeto. La gente de la U me llama por mi segundo nombre y es agradable,
son pocos los que se atreven a decir mi apodo.
La confianza es mucha cuando lo hacen, aunque hay algunos a
los que no les suena, tanto que piensan que Loro es mi segundo apellido, mis
papás no son tan crueles como para bautizarme como un diputado de Venezuela,
pero los compañeros de carrera sí y así me han escrito en la portada de los
trabajos.
Nunca me han llamado Beto, Bob, Berto o Bobby, tampoco Robby
ni Rob, pero si Robert, el más conocido de los americanismos. De pronto porque
estamos en territorio andino y no en el caribeño. Lucho sí me han dicho, sobre
todo los obreros con los que a veces trabajo.
Mi papá me dice R cuando me va a pedir un favor y la prima
que más quiero me dice “Peteto” porque cuando era chiquita no era capaz de
pronunciar Roberto.
Mi abuelita paterna fue la única que de verdad me llamó como
se le dio la gana. Debatía llamarme, entre bichito o Casimiro, a la hora del
almuerzo para que la ayudara a servir la mesa o para sentarme a comer. La tapa
fue cuando llevé una novia a la finca y me dijo "Casimiro esa caraja no le
conviene, lo va a exprimir"
y ¿lo exprimió esa caraja? Casimiro. jaja
ResponderEliminarBuen escrito viejo Loro; Es de esperarse, como siempre.
Gracias...como dice un querido profesor: "esa respuesta le cuesta dos cervezas"
EliminarNo había tenido la oportunidad de leerlo, déjeme decirle cuanto entretenido e interesante resulta :)... Por otro lado confieso que me sentí nombrada en una parte de la historia, pero "chito".
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