domingo, 5 de agosto de 2012

Eleazar Castellanos, el camino del guerrero


Eleazar Castellanos, humilde campesino nacido en Toledo en 1927. El 12 de julio dio el último suspiro. El gusto por la bebida le ocasionó una falla en el hígado, que tiempo después se convirtió en cáncer.

Fue amante de la caza y la pesca. Domador de bestias y jinete. Fanático del tiro con arco y practicante del bolo criollo. La tradición y la naturaleza rural lo invitaron a seguir la vida por el camino de la religión cristiana.

Eleazar, hijo de aldeanos, heredó la finca de los padres. Estudió solo la primaria. De pequeño, el papá le enseñó cómo labrar la tierra y algunos conocimientos sobre mecánica agrícola y automotriz.

Fue tal el desempeño como trabajador industrial que decidió abrir el primer taller de metal mecánica en el pueblo natal. Con este negocio pudo hacer lo suficiente para comprar la granja, que llamaría “El Uvo”. Se dedicó a arriar ganado, fabricar panela, recolectar fruta y cosechar café.

El taller y la hacienda le permitieron tener suficiente dinero para que los hijos recibieran educación y no cayeran en el error que había cometido. Dejar el colegio para conseguir plata. Uno de los descendientes no siguió los consejos y se encargó de la fábrica.

Creía en el valor de palabra, equilibrado, lucido y respetuoso de las instituciones. Fiel creyente de los partidos políticos, militó en el Partido Conservador sin importar que el progenitor fuese liberal. A mediados de los años 60 fue concejal del pueblo, supo que no era lo suyo, y volvió a arar los campos.

Estuvo casado durante 50 años con Alis Hernández hasta que hace dos años un cáncer de seno se interpuso en el matrimonio provocando la muerte de la esposa. Dejó como legado siete hijos, ocho nietos y 2 bisnietos a quienes siempre supo darles ejemplo.

Vivió en Cúcuta, en el barrio Quinta Bosch. En una casa esquinera para albergar a la numerosa familia. El hogar se dividió en dos cuando los hijos abandonaron el nido. En el primer piso vivían los viejos, en el segundo, el retoño que nunca se fue, quien luego se casó y tuvo hijos pero siguió allí.

César Castellanos, hijo menor, sufre una enfermedad que lo cohíbe de mover las piernas con facilidad, tiene que andar en silla de ruedas. Para César, el papá siempre fue un modelo, lo recuerda con una frase que le solía repetir cuando niño “La vida enseña y el hombre aprende”.

María del Pilar Contreras, familiar política, lo visitó por última vez un día antes de la muerte. Encerrados en la habitación, Pilar sintió que Eleazar se despedía de todos. No veía qué debía hacer en este mundo.

“Debo tener fuerza para esperar a la muerte y no para enfrentarla” fueron las últimas palabras de Eleazar. La quietud intranquila se apoderó del cuarto y un infarto silencioso atacó al viejo cuando la señora abandonó el recinto.

El velatorio fue en La Esperanza en Cúcuta, tuvo un detalle especial. Fue ofrecida una misa en honor a la memoria. Trasladaron el ataúd hasta la iglesia Santo Domingo Savio. Terminada la eucaristía, el féretro fue llevado de regreso al centro de vigía.

Las exequias fueron en Toledo. La urna en la que guardaron las cenizas fue sepultada en un lote de la finca que ahora la familia considera un santuario. Eleazar y Alis descansan juntos en la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario